Somos del linaje del Rey

A Solemnidad de Cristo Rey, invitándonos a volver la atención y el corazón hacia panoramas grandiosos, pide la compenetración de especiales responsabilidades en nuestra vida.

Ya que participamos de la naturaleza divina y nos hemos convertido en hijos de Dios por el Bautismo, entre otros privilegios nos cabe incluso su realeza, porque, además de ser cortesanos de Jesús, Rey de reyes, pertenecemos a su familia como verdaderos hermanos suyos, elevados a la categoría de príncipes. Quiere hacernos copartícipes de la felicidad que posee desde siempre como Hijo unigénito, gozando de la convivencia y de la familiaridad con el Padre y el Espíritu Santo, y nos asociará también a la manifestación de su magnificencia, cuando venga en el fin de los tiempos. Ésa es nuestra nobleza.

Por consiguiente, si nos alegramos por ser del mismo linaje y de la familia real de Nuestro Señor Jesucristo, y templos de la Santísima Trinidad, estamos obligados a llevar esa filiación hasta las últimas consecuencias en nuestra existencia diaria.

¿Qué pedimos en la Oración Colecta de la Misa de la Solemnidad de Cristo Rey? “Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que toda la Creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin”.1 Que las criaturas lo glorifiquen en su grandeza regia. Ahora bien, para glorificar a su soberano, un súbdito debe, antes que nada, ser fiel a sus leyes y recomendaciones.

Las leyes de mi Rey se hallan en los Diez Mandamientos, en el Evangelio y también en mi interior, por el sentido moral que he recibido desde la infancia. Con relación a ellas he de ser enteramente recto, perseverar en la gracia de Dios, tratando de practicar la virtud al máximo, con aspiración cada vez más acentuada por la perfección y por la santidad, pues nada ofende más a este Rey que el pecado. Si, por el contrario, elijo el camino del vicio y deformo mi propia conciencia para vivir en el indiferentismo, renuncio a la participación en su realeza y seguiré a otros reyes: el demonio, el mundo y la carne.

En esta magnífica solemnidad de la realeza de Nuestro Señor Jesucristo, teniendo el alma inundada de tantas maravillas, bendiciones y gracias, deseo dirigirme a Él y decirle: “¡Señor, soy tuyo! A pesar de mis debilidades y flaquezas, reina en mi corazón, en mis pensamientos y sentimientos. Reina en mi alma a través de María Santísima, el trono que elegiste para nacer, que es Reina por ser Madre tuya, y también Madre mía”.


Lo inédito sobre los Evangelios. Città del Vaticano-São Paulo: LEV; Lumen Sapientiæ, 2014, v. IV, p. 540-541.

1 SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO. Oración Colecta. In: MISAL ROMANO. Texto unificado en lengua española. Edición típica aprobada por la Conferencia Episcopal Española y confirmada por la Congregación para el Culto Divino. 17.ª ed. San Adrián del Besós (Barcelona): Coeditores Litúrgicos, 2001, p.403.